La Chica de la Fila del Fondo
10 de marzo de 2021Un jersey tipo vestido y una coleta de rizos
14 de abril de 2021- Mamá, ¿por qué no podemos salir a la calle? ¿por qué hay un virus que mata a las personas? ¿por qué tú y papá ya no vais a trabajar?
- Cariño, muchas preguntas son a la vez… ¿no? Pero ven, tumbémonos en tu cama que te voy a contar un cuento.
- Pero mamá, yo no quiero un cuento….
- Sé paciente amor y préstame atención, seguro que te gustará.
- Había una vez un mundo en donde sus habitantes se habían olvidado de vivir. Se habían creado tantas y tantas tareas, que se les había olvidado lo más importante de todo: vivir. Pero vivir no era solamente respirar y estar ahí en el mundo. Vivir era mucho más. Era saborear cada alimento ingerido, disfrutar de cada aroma percibido, atender a cada sonido escuchado, deleitarse ante un paisaje cotidiano, permitir a los corazones ensoñar e ilusionarse, percibir en cada poro de la piel un abrazo o un beso de un ser querido… Pero aquellos habitantes, habían olvidado todo eso.
Sí que comían, todos los días y varias veces. Presumían de platos inéditos, grandes carnazas, suculentos alimentos del mar, pero no eran capaces de saborear como deberían.
Y sí que utilizaban perfumes, geles de baño, champús con fragancias exquisitas, aunque habían olvidado disfrutar del olor del hogar, de las sábanas limpias, del olor de los hijos al despertar…
Percibían sonidos, múltiples sonidos, sin embargo, eran incapaces de discernir los sonidos importantes del ruido, de hecho, perturbaban al sonido con ruido constante.
Se deleitaban con paisajes de revista, playas idílicas, montañas inalcanzables, pero habían deslucido sus entornos con pisos, carreteras, industrias, naves…
Seguían teniendo la capacidad de ensoñarse, pero lo hacían con premios de lotería, con el mejor coche, con la casa más grande, olvidando las ilusiones de los niños y tomándolas como banales, la magia desaparecida por completo de sus vidas y sustituida por un mundo enteramente material.
- Y ¿los besos? Y ¿los abrazos mamá?
- Si, se daban besos y abrazos, claro, pero no los apreciaban como debiesen. Solo excepcionalmente, algunos adultos y en algunos momentos se percataban de la importancia de estos y su ausencia les acongojaba el ánimo. Pero después, como el resto, les restaban importancia y los iban relegando a momentos extraordinarios.
- A mí me gustan tus besos, y tus abrazos mami.
- Y a mí los tuyos amor. Aquellos habitantes habían sustituido vivir por hacer, ser por estar. Habían perdido el respeto hacia ellos mismos y hacia el lugar en el que estaban. Y aquel lugar veía que con el paso de los años, aquellos habitantes cada vez eran más egoístas, cada vez menos solidarios entre ellos, más irresponsables, menos amables. En los barrios apenas quedaban vecinos que se saludasen cuando se cruzaban, la tecnología había sustituido el cara a cara y la hipocresía era tan grande… que aquel lugar, cada día estaba más y más triste.
Veía como todo se iba corrompiendo, los corazones de los habitantes y también la naturaleza que los rodeaba. Aquellos, cada vez más numerosos gracias a los grandes avances tecnológicos y médicos, denostaban todo aquello de lo que dependían, no lo valoraban y a menudo lo despreciaban.
Y el lugar, cada día estaba más y más triste.
Sus pulmones menguaban año tras año y una terrible boina de humo y partículas venenosas hacían que cada vez le costase más respirar.
Su corazón latía frenéticamente al compás de ciudades exaltadas, agitadas.
El dolor de su cabeza cada vez era más inaguantable, ruido de aviones, de coches, de música, de multitudes, ruido, constante y ausencia de silencio en un crepitar furibundo y sin sentido que no le dejaba descansar. ¿Silencio? No está.
El líquido de su cuerpo comenzaba a escasear y sin él no podría regar cada órgano, cada célula y moriría lentamente. Pero los habitantes no querían ver su malestar. Ni tormentas, ni ciclones, ni terremotos, ni tsunamis servían para que aquella inmisericorde población reaccionara.
¿Cómo iban a pensar en él? ¿Cómo aquellos seres inteligentes iban a cuidarlo, a respetarlo, a quererlo si eran incapaces de quererse, respetarse y cuidarse a sí mismos a pesar de estar invadidos por el más absoluto egocentrismo?
Y, como un padre con sus hijos, les fue avisando, año tras año, pero los habitantes siguieron persistentes en su tarea, en su mundo acelerado sin prestar atención a los avisos, como el niño que no escucha cuando el padre le reprende. Y un día, el aviso les llegó más que nunca.
Y lo hizo sigilosamente, sin mares que comieran playas y hoteles, sin vientos que elevasen coches y paredes, sin fuego que quemase bosques y pies. No, con sigilo, dejando que aquel habitante y su propia vida frenética fuesen su propio desastre natural.
Y las vidas no vividas se inundaron primero de duda, después de desconfianza, luego de miedo y terror y finalmente de tristeza y desesperanza. Y las calles se fueron vaciando y el ruido mitigando, el humo desapareciendo y los habitantes se escondieron temerosos y el corazón del lugar deceleró en su agitado latir. El líquido de su cuerpo fue recuperando su ritmo y poco a poco fue sintiéndose de nuevo lleno de vida y el resto de los seres que compartían el espacio con los habitantes egoístas se liberaron del yugo de estos y salieron de sus escondrijos mientras los otros permanecían en ellos. Los aromas del lugar se podían disfrutar y al caer la noche, el silencio era casi total.
Pero el lugar estaba triste, porque los habitantes sufrían como había sufrido él. Sintió que dentro de muchos de ellos había renacido el sentido de la palabra vivir y habían comenzado a ansiar y echar de menos todas aquellas cosas a las que no les habían prestado atención y que habían dado por supuesto. Y el rostro del lugar se sonrío. Quizá ahora sí lo había conseguido, quizá les había enseñado y habían aprendido.
Y poco a poco, fue levantando el castigo a los habitantes. Poco a poco dejó que volvieran a ocupar su espacio en el lugar. Desde las profundidades de su alma, el lugar esperaba que nunca más tuviera que volver a reprender de aquella manera a aquellos seres insensatos. Sabía de su inteligencia y ansiaba que, por fin, la utilizaran de la manera correcta.
- Sí mamá, y nosotros somos inteligentes y por eso ahora sabemos que todos, todos los días tenemos que abrazarnos y querernos mucho y pasar más tiempo juntos, ¿por eso papá y tú ya no vais a trabajar? ¿las personas han aprendido lo que el lugar quería decirles enviando este bicho?
- Lo veremos con el tiempo peque, con el tiempo sabremos si de verdad aprendimos o no. Venga y ahora a dormir, ¿vale? Te quiero.
- Y yo a ti mami. Buenas noches.