Caricias sensuales de jabón
5 de abril de 2019A veces sentimos que no podemos más, que hemos llegado al límite de nuestras fuerzas y no es de las físicas, que también, sino de las psicológicas, de las emocionales, de las que nos hacen afrontar cada día cuando nos levantamos de la cama.
A veces sentimos que no hay nada a nuestro alrededor que esté como queremos que esté. Que todo está desordenado, desubicado, que no tiene sentido, que no tiene razón. Respiramos profundamente, intentado llenarnos del aliento que alimenta la vida, deseando que inunde cada una de nuestras células y en especial aquellas que parece que ese día han decidido tirar la toalla. Respiramos más profundamente y, cuando lo hacemos, dejamos sentir el aire que entra por nuestras fosas nasales y visualizamos como viaja por nuestro organismo, bañándolo todo de vida. Pero nuestras neuronas, esas células encargadas de que todo funcione como debe, se toman la entrada de aire así, tal cual, sin mayor importancia. Ese día una parte de nuestro cerebro ha decidido que nada va a salir bien, que todo va a seguir mal y que el aire que respiramos solo es eso, es aire. No es consciente de la importancia que tiene ese aire, ese que nos permite movernos, que permite a nuestro corazón latir y a él enviar las órdenes necesarias. Pero hay días que no, que no vemos en el aire otra cosa que no sea nitrógeno, oxígeno y unos cuantos elementos más.
Con esa profunda respiración, la otra parte de nuestro cerebro nos informa que no estamos tan mal, que hay quien está mucho peor, que miremos a nuestro alrededor y que demos gracias por todo lo que tenemos, que es mucho. Pero hay días que ni esto sirve de ayuda.