Dos cuerpos sobre la arena
30 de mayo de 2020Vecinos
11 de julio de 2020Tu camino hacia mi nuevo juego erótico
Habíamos quedado para jugar esa noche. Un juego erótico, picante, misterioso. La calle estaba oscura, era uno de los peores barrios de esa ciudad. Te observaba a través de las cortinas, mientras oía tus pasos acercarse al edificio. Intuí como subías por la escalera, pasando tus manos duras por la baranda, nervioso, excitado por el juego. Te paraste en la puerta con los nudillos a punto de llamar, indeciso, un poco jadeante por la adrenalina del juego. Tú no me conocías a mi, sin embargo habías aceptado.
Toc, toc, estás aquí
Toc, toc. Apagué todas las luces y hablé con una voz sensual y susurrante:
-Pasa, te estaba esperando- cogí tu mano, áspera, de hombre y te conduje al centro de la sala.
-Siéntate, por favor- Tú obedeciste siguiendo aquel juego erótico, que ya te había explicado en la nota. A continuación, tapé tus ojos con un suave pañuelo. Acaricié tu cuerpo, despacio, notando como tú respiración se agitaba, notando como subía tu temperatura y se tensaban tus músculos a medida que mis manos bajaban por tu torso. Recorrí con mi dedo el borde de tu boxer, de tu boca escapó un pequeño jadeo.
-Quítate la ropa, menos el boxer- ordené. Y tú, cómo era predecible, obedeciste.
Suavemente cogí tus manos. Sentado como estabas las pasé por mí. Mi cara, mi boca ligeramente abierta y húmeda, mi cuello, mis hombros de piel suave, mis pechos calientes aún con ropa interior de encaje, por lo que tus manos percibían. Seguiste por el piercing de mi ombligo, mis caderas, las piernas precedidas por unos ligueros.
1,2,3 a jugar
Llegados a ese punto, até tus manos a la espalda. Susurré en tu oído:
- Empiezo- Y empecé, me senté a horcajadas encima de ti, noté tu sexo duro y caliente aún dentro del boxer, comencé a besarte en la boca de una manera voraz, casi salvaje y bajé por tu cuello, por tu pecho , y otra vez hasta el borde de tu boxer. Poco a poco, lo fui bajando y tu sexo apareció. Me aparté y lo cogí con mi mano, gemiste (y yo). Lo acerqué a mi boca sintiendo el calor que desprendía. Comencé a lamerlo de la base al glande y… umm, lo metí en mi boca. Tú respiración se agitaba al ritmo que marcaban mis labios, mi lengua y mis braguitas se mojaban.
No sé qué me excitaba más, el juego erótico o las ganas de que descubrieses quién era yo. Pero para eso habría que esperar un poco más.
Mi turno. Soy yo
Gemiste a punto de irte y yo bajé el ritmo. Todavía no podía ser. Me acerqué a ti por la espalda, en la calle se oyeron unos disparos, (¡mierda de barrio!). Desaté tus manos, me suplicaste que te quitase el pañuelo:
-Aún no cariño, estas son las reglas- accediste- Agarré tu mano y te conduje a un mullido sofá, está vez era tu turno de reconocimiento, me senté a tu lado, a ciegas comenzaste a tocar mi cuerpo, arqueado hacia ti. Con prisas me quitaste todo lo que llevaba puesto, nos volvimos a besar con impaciencia. Tus manos recorrían mi cuerpo como si de un mapa se tratase, aprendiendo los caminos y recovecos. Dimos paso a tu lengua descendente hasta mi sexo, húmedo y palpitante. No paraste hasta oír mis gemidos. Entonces quité la venda de tus ojos y me viste. Después de tantos meses, de tantos holas tímidos, era yo. Los sueños más inconfesables se hacian realidad.
La partida final
Cogiste mis caderas y me atragiste hacia tí. Abrí mis piernas dejándote paso, y de un empellón ya estabas dentro. Nos movimos, casi como animales, con ansia, sudando, entregando todo lo contenido hacía tiempo. Hasta el momento final, el éxtasis, que como un rayo cruzó nuestras espinas dorsales, y el cielo cayó a nuestros pies, e invadió todo, solo dejando ganas de más.