Reportaje: sexo de riesgo
16 de octubre de 2020La Chica de la Fila del Fondo
10 de marzo de 2021Escenario erótico inicial.
Como cada lunes, apuraba su vaso de café con leche mientras echaba un vistazo por la ventana.
El ruido de unas suaves pisadas sobre el suelo de tarima le hicieron girarse en el taburete.
Allí estaba ella, espléndida. Con el pelo algo alborotado. Unas largas piernas lucían por debajo de una camiseta de ACDC que le ha tomado prestada, de esas que suele ponerse para estar por casa. Le quedaba bien, sensual, con un toque que le parecía muy sexy. Se estiraba de manera graciosa, se iba desperezando según se acercaba a su lado.
Escenario erótico primero.
Él le preparó el desayuno y ambos se sentaron a contemplar la ciudad desde la ventana.
"Hola, me llamo Mireya" le dijo mientras le ofrecía su mano para estrecharla.
"Encantado Mireya, me llamo Félix”. Ambos rieron.
Ella se levantó y se acercó al taburete de él, se agachó y le besó los labios. El continuó ese beso con sabor a café, mientras sus manos se lanzaban a acariciar sus muslos desnudos. Las lenguas se entrelazaron, mezclando sus salivas y las manos ávidas de Félix ascendieron hacia la cadera, deteniéndose en esos suaves glúteos. "Me encanta tu culo", le dijo él separándose de ese beso para tomar aire. Ella se quitó la camiseta y dejó al descubierto unos pechos excitados por las caricias de Félix. Este agachó ligeramente la cabeza y comenzó a lamer uno de sus pezones, firmes y tersos. ACDC quedó en el suelo.
Escenario: la escena perfecta
Había sido una tarde muy larga. Al día siguiente comenzaría el rodaje de las últimas escenas. Todo tenía que estar preparado y se esmeró a fondo. No le importó quedarse solo cuando todo el equipo ya había decidido terminar la jornada. Los últimos retoques, observar la escena y saber que no falta ningún detalle, que nada se le escapaba.
Era la primera vez que trabajaba con aquel director de arte y no quería que fuese la última. Conocía sus exigencias y su manera de valorar a sus subalternos. Quería demostrarle de qué pasta estaba hecho y que era el mejor en lo suyo, así que no escatimó en minutos para que aquellos últimos planos quedasen grabados en la memoria del director.
"Perfecto", se dijo justo antes de bajar los automáticos del estudio. Recogía su chaqueta cuando escuchó unas voces inesperadas en el edificio.
Un hombre y una mujer discutían. La voz masculina se imponía a la femenina. La nave, en donde estaba el estudio y diferentes compartimentos para el equipo, estaba ya completamente a oscuras. Se asomó al pasillo principal y, de una de las puertas del fondo, constató que surgía una luz anaranjada por debajo de la puerta. Sigilosamente se acercó y, a medida que sus pasos se dirigían al final del pasillo, el volumen de aquellas voces era mucho más perceptible.
Apenas le separaban cinco o seis metros cuando escuchó un golpe sordo que había seguido a un grito de mujer. "¿Pero qué mierda…?", pensó.
Escenario: la luz por debajo de la puerta
La puerta de la habitación iluminada se abrió de repente y él buscó su protección en el cuarto contiguo.
La puerta de ese despacho permanecía abierta y solo logró cerrarla mínimamente por miedo a ser escuchado.
Pasos apresurados sonaron por el pasillo y se asomó con cuidado. Al girar la cabeza hacia la derecha, camino del plató, la figura masculina pasó por delante de sus ojos. La oscuridad no le permitió distinguir las facciones, pero sí intuir su vestimenta: pantalón vaquero ajustado y una camisa de color oscuro con dibujos geométricos. Si bien aquella ropa fue inmediatamente reconocida por Félix, bastó observar unos segundos el calzado que marchaba raudo por el pasillo para cerciorarse del todo. Tuvo que cubrirse la boca por miedo a que la sorpresa se convirtiese en un sonido.
Escenario erótico segundo.
Se levantó de la banqueta y continuo besando a Mireya. Acariciaba, cada vez con mayor ferocidad, aquel cuerpo desconocido hasta no muchas horas antes. Ella jugueteó con el borde del pantalón que Félix llevaba para estar por casa. Él quiso ayudarla y se lo bajó, dejándolo por debajo de sus nalgas. Ella comenzó a acariciar su miembro duro y erecto que se veía prisionero dentro del bóxer de licra.
Entonces Mireya fue descendiendo de un modo muy erótico hasta colocarse de rodillas delante de él. El mero pensamiento de Félix, sabedor de lo que en ese momento venía, le servía para excitarse más aún. Ella descubrió lo que el bóxer escondía y comenzó a acariciarlo, a veces con su lengua, a veces con su mano, para deleite de él, que se veía incapaz de controlar los diversos sonidos placenteros que procedían de su garganta.
Escenario: el pecho por la boca.
Los pasos se habían alejado y su sonido ahora apenas era perceptible.
Escuchó el ruido de llaves en una cerradura. "¿Se marcha? ¿Está cerrando la puerta principal?", se preguntó. Salió de su escondite lo más rápido que pudo, apenas un par de pasos le separaban del otro cuarto. Nada más asomarse sintió que el estómago le daba un vuelco. Su corazón, ya en demasía palpitante, ahora pareciera que se iba a escapar de su pecho por la boca. Una mujer estaba tendida en el suelo y un charco, no mayor del tamaño de su cabeza, teñía la moqueta del piso de un color parduzco. "Me cago en la hostia", musitó de manera casi imperceptible.
Se acercó a la mujer, sin perder de vista la puerta. Aquella figura podía volver a aparecer de repente. Trató de aguzar los oídos. Acercó una mano a la nariz de la mujer y enseguida sintió una ligera respiración. "Está viva".
La conocía, de sobra la conocía. Llevaba trabajando con ella en ese proyecto desde el principio. Una mujer elegante, ya entrada en años aunque, bien llevados, que ejercía de secretaria, de correveidile y de lo que hiciese falta. Siempre dispuesta para ayudar a todo el equipo. Se había reunido con ella el primer día: "Toma Félix, firma aquí y aquí y con esto ya tienes tu contrato", le había dicho. Un apretón de manos y las palabras de bienvenido de ella le pusieron una amplia sonrisa en la boca.
Siempre había deseado trabajar con aquel director y, por fin, lo había conseguido.
Escenario erótico tercero.
"Ven" le dijo, satisfecho con el placer que ella le había proporcionado. Aquellos labios carnosos, aquella lengua húmeda…
Le ayudó a levantarse y la apretó contra su cuerpo, besándola de nuevo. Después la volteó y acercó su mano al sexo de ella. Sintió cierta humedad entre aquellas largas piernas.
Su mano se perdió entre aquellos labios y su flujo.
La cabeza de ella echada hacia atrás, su cuello esbelto al alcance de su vista. La acercó a la mesa en la que minutos antes habían tomado sendos cafés. Ella apoyó sus manos y subió uno de sus pies a la barra inferior de uno de los taburetes. Félix acercó su miembro al cuerpo de ella, sintiendo su calor, dispuesto a penetrarla y hacerla disfrutar. Ella, excitada, separaba sus piernas, para facilitar la tarea.
Los jadeos y gemidos inundaron aquella estancia, de decoración minimalista, mientras los minutos iban pasando rápidos y placenteros. El choque de sus cuerpos, con cada movimiento de sus caderas, generaba un ligero sonido que se mezclaba con los gemidos que emanaban sus bocas. "Quiero más", le dijo ella al oído. "Más te voy a dar", respondió él.
Escenario: uno, uno, dos, en qué podemos ayudarle.
Salió nuevamente del cuarto, no quería que él le pillase allí dentro, y regresó a su escondrijo en la habitación de al lado. No daba crédito a lo que estaba ocurriendo.
Sacó tembloroso su móvil y marcó el 112 de emergencias. "Joder y ahora tengo que hablar".
Se asomó con cuidado a la puerta, no veía a nadie. No oía un silencio rotundo, como debiese, sentía la presencia de aquel hombre en el estudio. "¿Qué hará? ¿Qué estará planeando?"
El teléfono emitió una voz: "uno, uno, dos, ¿en qué podemos ayudarle?".
Puso una mano delante de su boca y del terminal, como queriendo esconder la conversación. Le relató rápidamente lo que había visto y le dio las indicaciones del lugar. Luego, tras escuchar la promesa de que en breve llegaría una ambulancia y la policía, colgó. Rezó para que no se demorasen, aquella mujer seguía sangrando y su respiración era muy débil.
El ruido de los pasos volvió a alcanzar sus oídos. Estaba de vuelta. Esta vez se andaba más lentamente. "¿Me habrá escuchado?" pensó.
Convertirse en piedra
—¿Quién hay ahí? —oyó que decía el tipo. Se tapó la boca, por si escuchaba su respiración agitada.
—¿Hay alguien ahí? —volvió a preguntar. La voz sonaba cada vez más cerca. —¿Hola? —insistía. Nadie contestaba. Desde luego, él no lo haría.
Quería poder salir de allí. Escuchó el sonido de una puerta abrirse, el golpe de un interruptor y una ligera luz surgió de la oscuridad. "Joder, está mirando en los cuartos". La puerta permanecía semi cerrada. Encendió por un momento el teléfono.
Necesitaba esconderse, pero ni siquiera sabía exactamente en qué lugar estaba. Conocía aquellos cuartos, pero en medio de la oscuridad y del miedo que en ese momento tenía, no era capaz de ubicarse. Alcanzó a ver un escritorio o algo similar. Fue agachado hasta llegar a él y se metió debajo, esperando quedar protegido. Pocos segundos después, la puerta se abría y la luz le cegaba. Cerró los ojos, como si no viendo él, a él no le pudieran ver tampoco. Los pasos de aquellas Adidas se silenciaron. "Está mirando, escuchando".
Se quiso convertir en piedra. No moverse, no respirar y rogaba que se marchase, "por favor que se marche". Las Adidas volvieron a ponerse en movimiento, sentía su proximidad, apenas debía de tenerlas a un metro de distancia. No sabía si por delante o por detrás —si bien estuviera por detrás, ya le habría visto—. Unos segundos después, a punto de quedarse sin oxígeno, el tipo abandono el cuarto y apagó la luz tras él.
Escenario erótico cuarto.
Mireya se separó de él y se dirigió al cuarto en donde habían dormido juntos. Félix siguió sus pasos y alcanzó a cogerle la mano. Al llegar a la puerta ella frenó. Desnuda, estiró sus brazos apoyando sus manos en los laterales del marco de la puerta. Él se acercó por detrás, acarició sus glúteos y su espalda. Luego, le separó ligeramente las piernas. Acercó su cuerpo mientras colocaba el de ella en una posición conveniente para poder penetrarla de nuevo. Su miembro resbaló a la perfección por el sexo mojado de ella. Colocó una de sus manos en el vientre de Mireya a fin de poder realizar movimientos más fuertes. Los jadeos sexuales y eróticos de ella le procuraban una excitación aún mayor. "Así, me gusta", decía ella con las embestidas de él. "Más" y él, obediente, le procuraba más placer.
Minutos después, soltó las manos de ella del marco de la puerta y la dirigió hasta la cama. "Te quiero a cuatro patas", le pidió. Ella se subió sobre el colchón y se colocó del modo que Félix le había pedido. Detrás de ella, colocó su mano en la espalda para que esta se arquease. Volvió a penetrarla mientras con su otra mano acariciaba de manera acompasada el clítoris de su amante.
No tardaron demasiado en alcanzar el clímax, el máximo placer y permitir que sus cuerpos se dejasen llevar por las sensaciones del orgasmo.
Después se tumbaron. La tenue luz que entraba por la ventana de la habitación dibujaba el contorno del cuerpo de Mireya. Félix la contemplaba, allí tumbada, el recorte de sus glúteos, de parte de sus pechos, el largo de sus piernas. Aquel contorno de su cuerpo le encantaba. Cerró los ojos y se dejó llevar por la relajación de aquel instante.
Escenario: ¿Puede decirnos su nombre?
Varios golpes secos en la puerta avisaban de la llegada de la policía. Él permanecía allí escondido, temía salir y ser descubierto. El ruido en el interior fue en aumento. No tenía ni idea de qué estaba haciendo el agresor. "¿Estará escondiendo a la mujer?, ¿se estará escondiendo él?"
Todo ocurrió muy rápido. Ellos entraron forzando la puerta que el otro había cerrado con llave. En cuanto a él, cuando se supo a salvo salió de debajo del escritorio y de aquella nave. Quería alejarse de allí, de aquella espantosa escenografía improvisada en la que se había convertido su lugar de trabajo.
Tanta prisa llevaba que chocó de frente con uno de los agentes.
—Disculpe —dijo asustado, tembloroso, sin saber qué hacer. La agente le hizo una serie de preguntas. Averiguaron que había sido él quien había llamado a emergencias. Se lo agradecieron. "¿Qué otra cosa podía hacer?".
—Acompáñeme —siguió a la mujer hasta un coche patrulla en donde pudo sentarse y narrar lo acontecido. Describió al hombre y se quedó mudo al responder a la cuestión: —¿Pero sabe quién es? ¿Le conoce? ¿Puede decirnos su nombre?
Escenario: el principio y el final
Tres copas más tarde, la agente a la que tuvo que confesar que aquel hombre, al que tanto admiraba y para el que estaba trabajando, era quien había atacado a aquella prudente, amable y bondadosa secretaria, estaba a horcajadas, desnuda, sobre él.
Su silueta se percibía con la luz que entraba de las farolas de la calle por la ventana. Su rostro perfecto de placer y deseo y una boca sublime que se abría para dejar escapar leves sonidos que le excitaban sobre manera.
No se habían presentado. Él desconocía su nombre, ella solo sabía su apellido. No necesitaban más información en ese momento. Ella era la agente que le había hecho un montón de preguntas y él era el atrecista que no debería trabajar hasta tan tarde. Un atrecista que, en pocas horas, había cambiado el escenario de un intento de homicidio por un escenario repleto de erotismo y sexualidad.
¡No estaba mal el cambio y aquella improvisada escena final!