¿Me Amo? o ¿no?
26 de septiembre de 2020La Fotografía de sus vidas
7 de octubre de 2020Y si mejor ¿follamos?
«—¿Hasta que la muerte nos separe?
—Eso es, hasta que la muerte nos separe».
Me miró y se sonrío. ¡Qué cosas se dicen en las películas! pensé, creo que él también.
—¿Follamos mejor? —propuse, bromeando, mientras me incorporaba y colocaba a horcajadas sobre él, que estaba sentado en el sofá.
- Pufff, ¡cómo decirte que no! Ven aquí.
Me subió el ligero vestido y agarró mi culo con sus dos grandes manos mientras yo movía mi cadera y apretaba mi cuerpo contra el de él.
—No sé si voy a poder esperar —me dijo. —Tengo tantas ganas de metértela... —se mordió el labio inferior poniendo un gesto de lo más apetecible en su cara, tanto que no pude reprimir las ganas y le acompañé mordiéndole yo misma.
—Pues hay que esperar. Juan no tardará en llegar, y me jodería bastante quedarme a medias. Además, tenemos la noche para resarcirnos ¿no te parece? —le dije y observé que una sonrisilla escapaba por las comisuras de su boca. Hizo un gesto afirmativo con la cabeza y acto seguido metió su mano por dentro de mi braguita llegando a alcanzar mi clítoris, algo inflamado en ese momento.
-¿Estás cachondilla eh? y bien mojadita... me encanta. Te lo comería ahora mismo, lo sabes, ¿verdad? - Intentó cambiarme de postura, pero no le dejé. No podíamos ponernos al tema en ese momento. - Eres mala... quiero tenerlo en mi boca ¿no me dejas?, venga déjame solo un poquito - Agarrándome la cadera hizo el esfuerzo de levantarme y yo me dejé llevar. Levanté mi cuerpo, guiada por sus manos y coloqué mi sexo sobre su cara, apoyándome con las manos en el borde del sofá. Retiró mi braguita y acercó su lengua.
Una visita (in)esperada
—Joder Miguel, está a punto de llegar este y tenemos que terminar el proyecto —pero no podía seguir hablándole, el placer me cerró la boca y terminé la frase soltando un gemido de gusto — ¡Qué gusto joder! —dije en voz alta, lo suficiente como para tapar el ruido de la puerta de casa cuando se abrió y Juan, vecino, amigo y compañero de trabajo, entró en el salón y se quedó de piedra al ver nuestra imagen.
De repente, todo fue raro.
Juan no entró en el salón. Se quedó en la puerta, apoyado contra las jambas. Le oí hacer un ligero sonido de tosecilla forzada, como para que nos diésemos cuenta de que él estaba ahí, viéndonos. Le miré y quise levantarme pero Miguel sujetó mis caderas contra su cara, me miró y negó con la cabeza y siguió con su lengua recorriendo mis labios inferiores, y acariciando mi clítoris repetidas veces.
—¿Qué pasa aquí? ¿Cómo vamos a seguir Miguel si Juan acaba de llegar? ¿Estás pensando en hacer tríos? —le pregunté muy bajito mientras seguía sintiendo su lengua, gustosamente, en mi sexo. Miré a Juan que estaba apoyado sin quitarme la vista de encima. Devolví la mirada a Miguel que seguía a lo suyo.
—Mírame a mi —me pidió Juan. Le miré extrañada. Miguel comenzó a mover mis caderas y yo continué el ritmo que él había iniciado mientras clavaba los ojos en Juan. Juan llevó una de sus manos a su entrepierna y se empezó a acariciar. La situación era extraña, pero me excitaba tener a Juan mirando y, por supuesto, la lengua de Miguel haciendo maravillas en mi, más que húmedo, sexo. Me dije a mi misma, "olvídate de tríos, céntrate en placeres".
De tríos y otras situaciones
Juan se acercó mientras iba desabrochándose el pantalón vaquero. Antes de alcanzar la alfombra, se quitó las deportivas, los pantalones y los calzoncillos. Él también estaba excitado. Cogió su pene y comenzó a masturbarlo, despacio, mientras se aproximaba a mí. Dejé de mirarle y me centré en Miguel, quien había introducido su lengua en mi vagina. De pronto, otro cuerpo se había acercado al mío y otras manos acariciaban mis glúteos.
Sus manos movían mis cachetes, los apretaban y separaban. Tras palpar mis nalgas, de manera casi compulsiva, ascendió por mi cintura, subiendo por mi espalda, metiendo las manos por debajo del vestido. Desabrochó mi sujetador. Luego llevó sus manos hacia delante y comenzó a jugar con mis pechos. Rodeaba mis pezones con sus dedos jugando con ellos.
Miguel me separó de su lengua. Bajé del sillón y me quedé a la altura de Juan. Este, me dio la vuelta y me apretó contra él, cogió mi cara para alcanzar mi boca. Sus manos volvieron a reposar sobre mis pechos. Notaba lo duro que estaba contra mis glúteos. Dejó reposar su pene, bien erguido, entre mis nalgas.
Miguel se estaba desnudando. Alcanzó un preservativo de su cartera y se lo colocó. Se acercó hacia mí, por delante. Cogió una de mis piernas y la levantó para dejarla apoyada sobre el sofá. Agarró su miembro y lo introdujo lentamente en mi vagina, muy húmeda y caliente. Estaba tan excitada que nada ya me importaba. Miguel entraba y salía de mi dejándome sentir el pliegue formado por el prepucio retirado, lo que me daba un mayor placer. Sus movimientos, aunque eran lentos, eran contundentes. No necesitaba sujetarme a ningún lugar, el cuerpo de Juan me detenía. Mientras, este continuaba jugando con mis pechos mientras me comía la boca.
El tablero de juego
El improvisado lugar de juego se había llenado de ropa masculina por doquier. Nuestros cuerpos, ya desnudos, comenzaban a soltar las primeras gotas de sudor. El ambiente se había ido calentando y nosotros tres también. Sentí el pene duro de Juan intentando acceder por detrás. Me sobresalté. No es que no quisiera, es que necesitaba preparar aquella zona. Retiré a Miguel y después me separé de Juan.
Desnuda me dirigí hacia el pasillo, rumbo a mi habitación. Antes de salir del salón me di la vuelta y los miré: —¿Os vais a quedar ahí como dos pasmarotes? —Se sonrieron y vinieron detrás.
De pie, ya en mi habitación, ambos se acercaron a besarme y tocarme. Yo sujeté con cada mano sus penes. Estaban duros, muy duros. Comencé a acariciarles, tratando de acompasar el movimiento de mis dos manos, tarea que no me resultaba en absoluto sencilla.
Fui tirando un poco de ellos hacia la cama y empujé a Juan al colchón. Saqué un condón de la mesita de noche y se lo coloqué. Me subí a horcajadas y me penetré. Miguel nos miraba mientras se tocaba. Galopaba sobre Juan, su pene era grande, me llenaba con su maravilloso tamaño. Miguel se colocó tras de mi, nos colocó a su interés a Juan y a mi misma. Yo había dejado un botecito de lubricante cerca. Lo cogió y lubricó su pene y por supuesto el camino trasero de acceso que pensaba utilizar. Prueba arriba, prueba abajo, en un momento tenía a aquellos dos hombres dentro de mi, moviéndose rítmicamente, dándome un placer nunca imaginado.
Hay tríos perfectos
Me sentía salvajemente sexy, deseada. Mi cuerpo se estremecía con cada empujón que ellos daban. Sus gemidos y los míos se mezclaban en la habitación de color violeta. Los dedos de Juan se introducían en mi boca y mi lengua los lamía y chupaba tratando de mantener el control del volumen de mi voz.
-Joder, joder, joder. Dios, no puedo más... me voy a correr - dije, sin poder aguantar más aquella explosión que se había generado dentro de mi.
- Córrete, vamos - dijeron casi al unísono. Y obediente, eso hice. Mi vagina se contrajo, mi musculatura anal también, aquella contracción, mi gemido al alcanzar el clímax ayudaron a Miguel a correrse apenas unos segundos después. Juan había terminado poco antes, de manera silenciosa. Miguel se retiró primero y me besó, mostrándome cariño y dulzura, algo que agradecí en aquel momento. Después me levanté yo y besé a Juan, que estaba completamente relajado en la cama, casi catatónico. Nos sonreímos y nos tumbamos los tres juntos.
Creo que llegamos a quedarnos dormidos durante algunos minutos. Luego me levanté, me puse una bata y me vine al salón a escribiros este episodio que hemos vivido juntos. Un episodio especial que espero que quede guardado en la memoria de nosotros tres siempre. Esto es para vosotros, la mejor combinación para hacer tríos perfectos.
Os quiere Nina.