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Una historia de sexo
12 de enero de 2024Réquiem
12 de enero de 2024Cuando me quise morir, aún los pétalos morados
no se habían posado sobre mis pálidos labios.
Aún no había descubierto las caricias del sol
en mi cara, ni el calor de tus abrazos cálidos
como un estío acogedor en mi pecho
sembrado de cicatrices como surcos
en la tierra labrada.
Cuando me quise morir, corría el plomo
silbando tras mi espalda su eterna melodía
de muerte pasajera, atronando nubes y
sembrando silencios ensordecedores,
como cementerios de losas marmóreas.
Aún la palabra felicidad era una entelequia
sembrada en mis sueños de adolescente,
sin adolescencia.
Cuando me quise morir, encontré tu mirada
perpleja y helada, llena de miedos,
de inquietudes, de incertidumbres poblada.
Aún la podredumbre me enseñó
que todavía quedaba mucho por hacer,
que todavía quedaban desiertos por atravesar.
Cuando me quise morir, una marquesina
de alguna parada, de algún autobús,
me protegió de la lluvia y, como un suicida,
arrojé mi cuerpo bajo las gotas
hasta que mi camisa quedó adherida
a mi cuerpo húmedo, empapado, calado
de soledad y hastío.
Aún quedaba por borrar mis huellas de lumpen,
de arrabal, de amargura, de tristeza.
Cuando me quise morir, tus labios
me rescataron del olvido y hallé
un rayo de luz dentro de mi oscuridad.
Aún salté charcos de lágrimas ajenas y
añejas, que los días se encargaron de borrar.
Cuando tu sonrisa cubrió mis sombras,
lloré como un niño abandonado de sí mismo.
Aún no conocía la generosidad, la confianza.
El amor.
Cuando me quise morir, ya estaba muerto.