Nitrógeno, oxígeno y unos cuantos elementos más. Solo eso
12 de febrero de 2019Pancha, la Neurona diferente
30 de agosto de 2019De fondo "Bend & Break" de Keane. El volumen ni muy alto, ni muy bajo, el adecuado. Prácticamente a oscuras, apenas la presencia de una luz de colores suaves e intermitentes que se localizaba en el techo del cuarto de baño. Gran invento aquella lámpara: música por bluetooth y diferentes luces ambientales.
Olor a aceite de almendras
Su pelo aguardaba aún el último aclarado para retirar el acondicionar. Su cuerpo, sumergido casi en su totalidad, disfrutaba del calor humeante del agua que llenaba la bañera. Caricias sensuales de jabón y un aroma a aceite de almendras, ese gel que aún tenía el poder de trasladarla a momentos pasados otorgándole el saber de sentirse libre, por fin, de intentar ser feliz. Su rodilla derecha, sus hombros y parte de sus pechos quedaban fuera de la balsámica agua. Con la mano escurría de vez en cuando una esponja sobre su pecho con ánimo de mantenerlo caliente. Sus pensamientos se mecían entre la ausencia y la relajación y un cierto nerviosismo mezclado con una triste incredulidad. Una pizca de ilusión trataba de asomar, pero se veía castigada de vuelta a las entrañas. "Aún no".
Encontró aquel lunar
Con los ojos cerrados se preguntaba si era posible que aquel hombre de color violeta fuese así de verdad o si más bien encontraría humo tras su presencia. Con la esponja en la mano se iba enjabonando el cuerpo. Lentamente acariciaba cada milímetro de su piel sintiendo como penetraba por sus poros y su nariz aquel agradable aroma. Enjabonaba sus suaves hombros en donde días antes aquel hombre había descubierto un lunar. Descendía hacia sus pechos, sintiendo bajo la esponja como sus pezones se ponían tersos ante el suave estímulo. Y bajaba por su vientre directa hacia sus muslos.
Agua caliente y sus propios pensamientos
Mientras realizaba aquel rutinario proceso, con propias caricias sensuales, su cabeza recordaba los besos de él, las caricias en su mano en el bar y no podía evitar sentir cierto escalofrío agradable recorriendo su cuerpo, casi a la par que lo hacía su esponja. Más tarde le vería, pero hasta que ese momento llegase disfrutaba de su propia soledad, del silencio que habían dejado los niños al salir por la puerta esa tarde. Se sentía cómoda con su agua caliente y sus pensamientos y, de fondo, una suave melodía y unas luces tenues.