Una Noche Más (parte I)
22 de marzo de 2020El día no estuvo tan mal
4 de abril de 2020Se dice por ahí que de todo se aprende. Se dice que cada vez que algo malo nos ocurre debemos esforzarnos en encontrar qué es lo que teníamos que aprender de ello. Y si te paras a pensar, tranquilamente, al final encuentras ese aprendizaje, esa lección. Algunos estudiosos dicen que en estamos en la vida y vinimos a ella a aprender, que esa es nuestra verdadera misión.
APRENDER. Que bonita palabra.
Del latín apprehendere que significa "coger" desde los sentidos y de ahí, adquirir conocimientos. Más allá de su etimología, parece que de adultos pensamos que todo nuestro aprendizaje ya terminó. Que solo mientras fuimos niños o adolescentes tuvimos esa tarea de aprender. Lo cierto es que hemos ido reduciendo esta palabra al contexto académico, como si solo obtuviésemos aprendizajes de los estudios ¿verdad?. En verdad, adquirimos conocimientos no solo cuando tenemos un libro delante de nuestros ojos, sino a través de la experiencia, de las vivencias ¿no? Adquirimos información a través de quienes nos rodean, sin necesidad de estudio, sin prestar muchas veces atención. Así nos hacemos de una determinada religión, de un equipo de fútbol o de un partido político. Simplemente escuchando a quienes nos rodean, aprendemos a través de nuestros sentidos auditivo y visual, lo incorporamos a nuestra persona, haciéndolo nuestro, aunque en verdad no lo sea. Es algo prestado, no es nuestro, no lo teníamos de fábrica. Lo aprendimos. Cada persona, cada situación a la que nos hemos ido enfrentando nos trajo aprendizajes, aunque quizá ni siquiera fuimos conscientes de ellos. Nos volvimos desconfiados con otras personas porque alguien hizo algo que nos llevó a aprender a ser desconfiados. Aprendimos a demostrar amor, porque lo fuimos viendo en nuestro entorno y según lo que viésemos y procesásemos así lo adquirimos y así lo demostramos. Si vivimos en una familia en donde nos trataron mal, aprendimos a tratar mal. No porque fuésemos malos por naturaleza, aprendimos a través de nuestros sentidos ese comportamiento y lo hicimos nuestro. Y así con mil millones de ejemplos.
De todo se aprende.
Cada vez que tropezamos con una piedra en nuestro camino es porque tenemos algo que aprender. Por eso es necesario conocer cuál es la manera de sortear esa piedra sin lastimarnos. Pero, el ser humano es muy tozudo y cuando no quiere ver es el mejor ciego, así es que se golpea una y otra vez contra esa piedra y la culpa de estar en medio del camino, sin pararse a pensar que quizá el que debería cambiar de senda es él mismo.
La vida está llena de piedras, y así lo hablaba el otro día con un amigo y este me contestó este párrafo que aquí copio porque me gustó y me pareció muy gracioso y bien traído: "Sip, y de pedradas, de cantos rodados y piedras preciosas, de la magnetita que te atrae y la piedra pómez que te raspa, de riscos, acantilados desde los que saltar y cuevas en las que guarecerse, de perlas y diamantes o de granito y arenisca, de desiertos, de montañas y desiertos montañosos, de piedras de Rosetta y filosofales".
Yo quiero sacar aquí y ahora uno de esos aprendizajes que creo que hay que obtener de esta situación y que ayer mismo comentaba con otra amiga. Hablábamos de un rumor que circulaba, que no voy a mencionar aquí, y ella estaba preocupada por lo que esto suponía. Yo le decía que no debía preocuparse por lo que pudiera pasar mañana o pasado, sino centrarse en hoy, en el presente y solo en eso.
Lo cierto, es que creo que esta situación nos ha venido a decir que de nada sirve tener mil planes, la vida toda prevista de caminos ya previamente trazados, de decisiones tomadas, de objetivos impuestos. Porque al final, la realidad, es que llega una situación de estas y lo manda todo al carajo. Solemos pensar esto cuando alguien muere joven. Y decimos eso de "con la cantidad de planes que tenía" y es como una mordaza eso ¿no?, como algo que hace que la situación duela más todavía, es pensar un "joder, con todas las cosas que tenía por hacer mañana, pasado o al otro". ¿Qué pasa? Que si esa persona no tuviera planes de ningún tipo porque simplemente vive su día a día con toda la ilusión del mundo como si fuera el último, ¿tendría menos valor su muerte o su vida? Nos jode pensar en todo lo que tendríamos que hacer y aún no hemos hecho. Vivimos de planes y más planes. Vidas planificadas desde que abrimos el ojo por la mañana. Y cierto es que hay muchas cosas que van planificadas como la hora de levantarse por la mañana para ir a trabajar o la hora de ir a recoger a los niños del colegio. Pero no, no nos vale con eso. Planificamos lo que haremos este fin de semana, aunque estemos aún a lunes y hasta lo del próximo, por si acaso. Esto es especialmente llamativo y abusivo en los 7 del eneagrama, incapaces de vivir el día a día y siempre mirando a tener toda su vida repleta de planes y más planes. Y tú con tu agenda hecha, tus citas preparadas, tus teatros y tus cines, tu peluquería y tu hacerte la cera y llega un virus de estos y coge tu agenda y, perdón por la expresión, se limpia el culo con ella.
Podemos quedarnos a compadecernos de todo lo que tendríamos que poder hacer y todos los planes que se nos han ido al garete, pero también podemos aprender a disfrutar de lo que la naturaleza, movida o no por la mano del hombre (que yo en confabulaciones y conspiraciones políticas, ni entro ni salgo) nos está intentado enseñar:
aprecia lo que tienes hoy, ahora, disfrútalo, saboréalo, aprécialo, siéntelo, y no solo porque quizá mañana no lo tengas sino porque, de verdad, merece la pena hacerlo.
Los besos, los abrazos, las caricias por nimias que fueran con nuestros familiares, con nuestros amigos ¿no los echáis de menos? Sus olores, sus palabras, sus expresiones... ¿no sentís su ausencia? Y no lo habíamos valorado. Lo dábamos por sentado. Ahora nos despoja la vida no solo de los besos de un familiar o un amigo que ha fallecido, no, nos despoja de todo contacto más allá de las personas con las que convivimos en casa. Nos dice, que ese contacto puede ser peligroso y, por tanto, lo anulamos, nos vemos obligados a anularlo por el bien de todos. Y ahora lo echamos de menos, sentimos esa ausencia en nuestro ser, pero qué poca importancia le dimos cuando lo teníamos ¿verdad? Solo en escasos momentos le dimos importancia, porque hoy valoramos mucho más un gran y majestuoso regalo en nuestro cumpleaños, o las flores en San Valentín, o mil felicitaciones por Facebook de gente con la que ni siquiera cruzamos dos frases. A eso le damos valor, a salir guapos en la foto y tener muchos likes, a tener tropecientos amigos en las redes, a no quedarnos sin conexión a internet, a poder ver nuestra serie de Netflix sin que nadie nos moleste. Y ahora tenemos todo eso, horas y horas de todo eso, pero echamos de menos lo otro. ¡Cuánto lo echamos de menos!
La vida, la naturaleza, a veces puede ser determinantemente cruel para enseñarnos, pero no es nuevo, siempre se las ha ingeniado para que el ser humano vaya aprendiendo, solo que es más que probable que hayamos ido aprendiendo lo contrario de lo que debíamos, o aprendiendo y dejando de lado cosas sumamente importantes.
Hoy es lunes, 23 de marzo y son las 16.21. Mañana será otro día, pero yo no quiero saber nada de mañana, con hoy tengo más que suficiente para no sentir pánico de lo que está por llegar. Día a día desde nuestro hogar, iremos bregando con todo lo que haya que bregar, sin duda alguna, somos luchadores, pero día a día. Ni más ni menos.