Una Mañana Cualquiera
15 de diciembre de 2019¡Zas!
22 de diciembre de 2019Hagamos un pacto. Sí, tú y yo. Un pacto de no agresión. Si tú no me lastimas a mí, prometo no hacerlo yo contigo. Empleemos toda nuestra energía en esta tarea, será una tarea singular, difícil en muchos momentos, pero ambas tenemos la suficiente fuerza y valentía como para poder superar los obstáculos que vayan surgiendo en este camino.
Ya lo hemos estado haciendo. Míranos, préstate atención y después mírame a mi, atentamente. ¿Lo ves? Ya ha empezado… ¡y acabamos de comenzar! ¿No te parece increíble? ¿No te parece como magia?
Apenas unos pocos metros recorridos de este largo camino, que nunca debería terminar, hasta nuestra muerte, la tuya, la mía o la de ambas. Y ahí sí, posiblemente termina, ni siquiera lo sabemos, tampoco nos importa.
Hoy, hoy es el día importante y mañana será el hoy importante. Porque mirar hacia delante no nos garantiza ningún éxito en esta aventura que vamos a compartir, solo nos puede generar frustración y miedo y esas dos palabras no merecen ahora nuestra atención. Centrémonos en hoy, en el día tan maravilloso que hace, en esas nubes que nos quitan la molestia del sol; en ese sol que nos alegra la vida; en esa lluvia que enriquece la tierra; en ese viento que elimina los malos pensamientos; en esa niebla que nos hace aumentar nuestra consciencia; en ese hielo que dibuja figuras pluscuamperfectas como esa nieve, que además divierte y enamora. Centrémonos en eso, en el calor de nuestra casa, porque la tenemos; en el amor de nuestra familia, porque ahí están; en la alegría de nuestros amigos, tan contagiosa; en el mullido hueco de nuestro sillón; en el agua caliente corriendo por nuestra espalda en la ducha.
En verdad, ¿qué más necesitamos tú y yo? Si lo tenemos todo. Un mundo por recorrer, calles que visitar, caminos por los que pasear; personas a las que conocer, a las que amar y a las que desear; comida que saborear, nueva por conocer, sabores por despertar, con sus olores y sus matices y sus texturas.
Mírate, mírate a los ojos y mírame a mí. Nos hemos arrancado de las fauces del lobo feroz, irreconocible el sentimiento de empoderamiento que se ha adueñado de tu alma y de la mía. El mundo está ahí y ahora va a tener la suerte de que nos demos a él, así, desnudas, sin máscaras ni disfraces, capaces de enriquecernos con mirar y ver las estrellas, con jugar como si fuéramos nuevamente niños pequeños que han descubierto un nuevo rincón en su casa en donde poder jugar, divertirse y soñar despiertos.
Ahí estamos, con la piel desnuda, dejándonos guiar, sin asumir nada, sin creer en nada, solo dando pequeños pasitos, pasitos de niño pequeño, que asume que tiene que ir por ahí, que ese es el camino y que desconoce cuántas sorpresas le deparará, pero que tampoco piensa en ello y cuando las encuentre, las abrazará y aprenderá de cada una de ellas como de una experiencia única, con los ojos abiertos como platos, feliz, con su sonrisa de oreja a oreja, con su mirada inocente de gran descubridor.
Porque en eso nos hemos convertido ahora tú y yo: en descubridoras, en aventureras valientes y audaces que caminan de la mano, al unísono, al mismo paso, sin prisa, sin culpa y sin reproches ante una mal paso, una mala caída. Ahí estamos, reconociendo el terreno, jugando a los exploradores, a los científicos locos que descubren un nuevo compuesto químico que mezclado con los que ya tenía, tiene efectos inconmensurables.
Sacando la lupa para observarlo todo de cerca, para no perder ni una mota de polvo sin mirar; cogiendo un hilo y una aguja y tejiendo poco a poco una estructura ósea dura, sostenible, fuerte, valiosa, preciosa, que sujete toda nuestra carga, toda nuestra ambición por aprender cada día un poquito más, solo un poquito más, que es un mucho, de ti y de mí, de nosotras.