La caja metálica
8 de mayo de 2022Ahí, justo ahí
22 de mayo de 2022La frustración inundaba su cuerpo como la bodega del Titanic se inundó.
Tras de sí, in crescendo iban los sonidos de las puertas de armarios de cocina al cerrarse, las pisadas sobre el suelo de madera, los platos y cubiertos al caer en el fregadero.
In crescendo iba también su enfado; y ese sentimiento de injusticia que llevaba tiempo, quizá años y no pocos, abriéndose hueco en sus pensamientos inconscientes; ¡Y qué decir de aquella sensación de abandono, de esos "ya a nadie le importo"!
Como una marabunta a la que nadie ha invitado a entrar, pero tan acostumbrada a aparecer con frecuencia que no le es indispensable dicha invitación, se abría paso entre sus entrañas un sentimiento negativo de soledad.
Carlota se sienta en la cama compungida. El enfado deja paso al intrépido dolor del alma. A todos acusa de sus males, de sentirse derrotada. A todos, menos a ella.
De Quién Más y de Quién Menos había quedado esperando algo. Por eso, mientras recorrían unas lágrimas, rabiosas y ulcerantes, sus mejillas, se sintió defraudada por Quién Más y por Quién Menos.
Expectativas. Susurró un minúsculo eco en su cabeza.
Analizó todo lo que "había hecho por Quién Más", luego le llegó el turno a Quien Menos. Varias listas que parecían interminables y que finalizaban con un colofón en forma de canto a la injusticia.
Carlota, de pelo largo, lacio y moreno, sentía haber dado y dado e, injustamente, no estar recibiendo "el pago".
Expectativas, dar para recibir. El susurro ya no era tal y ahora se dejaba escuchar con más nitidez.
Su corazón ladró. Ladró preguntas al aire de "y ¿Por qué a mí?; ladró con voz lastimera al son de "esto no es justo" "esto tampoco"; ladró aquellos bravos "yo no merezco esto" "ni aquello tampoco".
Expectativas, dar para recibir, victimismo. Esa vocecilla se elevaba una cuarta por encima del ruido habitual. Cada vez más clara, cada vez más desnuda, cada más hiriente.
Enjaulada en su cuarto, abrazaba sus rodillas como quien abraza a un ser querido apenado. Se mecía suavemente al son de la misma cantinela una y otra vez.
"Estoy sola", "a nadie le importo", "con todo lo que yo he hecho", "no es justo, no lo merezco".
Y como una nana malvada la llevó a tumbarse sobre la cama. Mientras sus lágrimas anegaban sus ojos, se unió a aquel estribillo un nuevo enunciado: "Quien Más ya no es como era; Quien Menos tampoco".
Expectativas, dar para recibir, victimismo, culpar a los demás. La vocecilla había cogido confianza y ya no se escondía entre murmullos o susurros.
Al escuchar aquellas palabras cerró los ojos.
Si no esperase nada de nadie, solamente de mí, no habría expectativas... Pensó.
Si diese lo que doy sin esperar nada a cambio... No me sentiría injustamente tratada... Se dijo.
¿Qué es injusto y qué justo en la vida? ¿Quién lo establece como tal? Se preguntó.
"Probablemente para mí lo sean unas cosas, para Quien Más y Quién Menos otras, seguramente dependerá del prisma con el que cada uno lo miremos..." se respondió.
Y ¿si en lugar de lamerme la heridas, compadecerme de mí misma, trato de sanarme? Dejaría de ser una víctima... Concluyó.
Cuando por fin abrió los ojos, más calmada y reposada, entendió que llevaba demasiados años mirando fuera en lugar de mirar dentro y que ni siquiera cuando había decidido "hacer su vida" lo había hecho desde ese punto de partida, sino desde el causado por aquellos seguimientos negativos que cada tanto en tanto se hacían dueños de Carlota.
Se limpio los ojos y se puso en pie.
Había tocado fondo, el suyo, el que había necesitado para darse cuenta de que los problemas estaban en ella y, lo más importante, las soluciones también.
Aquellas fórmulas manidas que había convertido en su "forma de ser" le hacían llevado a sentirse sola, no le daban los resultados que esperaba, se frustraba, se enfadaba, y ese mismo comportamiento era el que llevaba a Quien Más y Quién Menos a tomar distancia.
Se asomó al balcón, entendió de pronto, como por arte de magia, el bucle doloroso que ella misma generaba.
¿Merecía la pena? ¿Acaso la vida no le había enseñado ya que todo es volátil, que lo que hoy está, mañana puede desaparecer?
Respiró profundamente. Prestó atención a la voz que había aparecido aquel día. Y entendió lo que le decía y entonces sintió que su mente y su corazón se movían al unísono, felices, jubilosas en su interior, porque, por fin, había encontrado la solución a su malestar: ELLA