El Secreto
7 de agosto de 2020Tras la Cortina
12 de agosto de 2020" Blurred lines, unwritten books
And the evening’s growing shades
There’s an ever flowing brook running deep inside you"
Mi cabeza no podía dejar de tararear aquella canción, Timescape, a la vez que miraba deleitada el paisaje acuático que se presentaba ante nosotros. El cielo pintaba un espectacular cuadro. Azules, grises, naranjas y violetas se asentaban sobre la creciente oscuridad del agua del pantano. El silencio nos abrazaba a cada segundo un poco más. Mientras, nuestras lenguas desarrollaban conversaciones variopintas entre silencios dubitativos y ensoñados suspiros.
El muelle del pantano
Sentados en la madera, fresca ya a esas horas, del muelle del puerto deportivo del pantano, nuestros cuerpos se acercaban sin apenas contacto. Mirábamos al oeste, por donde había ido desapareciendo el sol apenas unos minutos antes. Una ligera brisa se iba aventurando a dejarse notar y traía la noche hacia nosotros y hacia aquel mágico lugar que nos rodeaba. Pequeñas ondas en el agua comenzaron a mezclarse con las frecuentes rupturas provocadas por los habitantes del pantano. Saltos de peces que daban más vida a las cada vez más oscuras aguas.
Como queriendo saber más, mucho más
Charlábamos de todo un poco: de su vida allí, de la mía aquí, de coches, de barcos, de aviones, de la tierra, de la luna, de adultos, de niños. Saltábamos de un tema a otro sin importar la concordancia, la estructura o el ritmo. Intercambiábamos ideas y sueños y las palmas de nuestras manos, apoyadas en el muelle, se iban aproximando lentamente. Un dedo meñique que rozaba al índice del otro de manera disimulada. Una barbilla que comenzaba a buscar reposo en un hombro que no le pertenecía.
Y nos miramos, en busca de un saber más, de un querer averiguar qué es lo que pensaba el otro, pero no encontramos respuestas habladas, ni pensadas, solo puro deseo. Deseo de arrancarnos la ropa y morder nuestros labios, de arañarnos la piel. Averiguar a través de los sentidos, del cuerpo.
Y la Luna, en cuarto menguante, se apoderó de nuestro cielo repleto de un millón de estrellas que nada tenían que hacer aquella noche para conseguir eclipsar nuestra atención.
Dos náufragos dispuestos a desnudarse
Las mejillas se acercaron y rozaron y aquel meñique se acompañó de los otros cuatro dedos para ir ascendiendo por mi piel hasta descansar en mi hombro. Las mejillas se vieron interrumpidas por los labios y entre ellos se nos colaron dos lenguas ávidas del sabor de nuestras bocas. Y se enredaron bajo la atenta mirada de aquella Luna, bajo la oscuridad que parecía engullirlo todo. Éramos como dos náufragos en una tabla de madera, perdidos en medio del mar, en el más absoluto de los silencios.
Pero dos náufragos con demasiada ropa. Tomó mis brazos por las muñecas y los levantó para quitarme la camiseta. Llevó sus manos hacia mi espalda y desabrochó mi sujetador dejándolo en el suelo. Yo, copié sus movimientos y reduje la cantidad de ropa que le cubría, dejando su camiseta sobre la mía. Los pantalones les harían compañía solo un momento después. Empujó mi espalda hacia atrás hasta quedar tumbada sobre los tablones de madera. El frescor hizo que mis pezones se pusieran duros inmediatamente, aunque no era la única causa. A mis pies, bajó mis pantalones cortos y mis braguitas, dejándome allí, tumbada, completamente desnuda junto a él, de rodillas a mi lado, desnudo. Su piel emanaba un calor del que me quería rodear.
Sexo en un lugar público
Recorrió con su mano cada centímetro de mi cuerpo, desde mi pelo hasta la punta de los dedos de mis pies. Dibujaba caminos con su dedo índice, sinuosas carreteras que pasaban por los puntos álgidos de mi libido. De tanto en tanto, frenaba en su andadura y me premiaba acariciándome con su lengua, cuya humedad se mezclaba con la propia del pantano. A pesar del deseo, de la excitación, mi cuerpo y mi mente se mantenían con plena calma y paz. Paz que procedía de su dulzura, de su mirada sobre mis ojos, de la Luna curiosa en el cielo, de la tranquilidad pasmosa de la negra agua.
Inside me
Su erección se dejaba entrever por la leve luz del satélite. Deseaba sentirlo dentro, tener su cuerpo sobre el mío. Y, como si hubiese sido capaz de leerme la mente, se introdujo dentro de mí.
"So I move inside you
To be lost in time and
Time moves faster than it did before
One breath closer to the final door
Dim the lights and we’ll lay quiet and still
If we hide, time may not find us here"
Nada podía ser mejor en aquel momento, ningún otro lugar, ninguna otra persona, ningún otro cuerpo, ni siquiera era molesta la dureza de las tablas que conformaban el entarimado del suelo... Sentía su calor sobre mi cuerpo. Nos besamos y abrazamos de manera apasionada, con deseo, más ansiosos por momentos. Arañé numerosas veces su espalda y sus glúteos que apretaba contra mi cuerpo para sentirle aún más adentro. Más adentro de mí. Quería fundirme con él, su cuerpo con mi cuerpo, como si fuésemos un único ser navegando a la deriva rodeado de paz y calma, de astros brillantes a millones de kilómetros de aquí, de un silencio maravilloso solo roto por los gemidos y suspiros, por el golpeteo de nuestros cuerpos fundidos mientras practicábamos sexo en aquel pantano.
Los minutos transcurrieron como milésimas de segundos. El mundo y el tiempo parecían paralizados. La oscuridad se había cernido completamente sobre nuestras siluetas que yacían en el suelo. Nos hablábamos al oído, con susurros excitantes, repletos de fantasías y halagos. Éramos ajenos a todo lo demás, no había nada en ese momento más importante que disfrutar de nuestros besos, de los mordiscos, de su penetración, de sus movimientos, a veces más rápidos y a veces más pausados...
El que nos robó aquel instante
Un líquido húmedo y caliente me alcanzó la cara. Al sentir su humedad y su calor giré el rostro hacia ambos lados, como queriéndomelo quitar. Pasé mis manos por mis mejillas y traté de visualizar los dedos empapados, pero apenas se veía nada. Solo manchas oscuras que habían llenado mi mano. Un tirón de la coleta, que llevaba medio deshecha, me sacó del ensimismamiento, de mi desconcierto. Un grito escapó por mi boca y me vi tratando de sujetarme con las uñas de mis manos al suelo rugoso de madera, sintiendo que estaba a punto de arrancármelas de cuajo en una de las sacudidas.
Te alejas, te pierdo, me pierdo
Le busqué, mientras me alejaba de aquel lugar nuestro, de la cercanía de mi ropa. Apenas era capaz de bajar mínimamente la mirada para localizar su cuerpo. Solo un bulto, inerte, quedaba a varios metros de distancia de mí. Yo seguí gritando y obtuve una bofetada en la cara. Iba sin ropa, desnuda, arrastrada por la madera, arañando cada zona de mi piel. Sentía abrirse las heridas, sentía la sangre brotar con cada trozo de astilla que se insertaba erróneamente en mi cuerpo. Traté de patalear, pero la fuerza inusitada de quien me cargaba no me permitía hacer mucho más que maltratarme a mí misma. Me retorcía, consciente de que mi transportador se quedaría con mi cabello en su mano.
Casi no lo vi al pasar por delante, pero allí estaba, brillante, esperando a que mi mano se acercara un poco más. Con toda la fuerza de la que me vi capaz arqueé mi cuerpo, sin pensar en el dolor, estiré un brazo y arqueé el contrario para amarrarme con sendas manos a una enorme cadena inoxidable que había en el suelo. El tirón, al frenar el paso de quien tiraba de mí, fue indescriptible, como si me arrancasen la cabeza, pero frené aquella abominable carrera. Tiré de esta, rogando que no estuviera amarrada por su otro extremo. Y mis súplicas fueron escuchadas. Cuando el tipo se aproximó a soltar mis manos de la cadena, mientras me espetaba todo tipo de insultos, tiré de la cadena con fuerza, sacando el extremo del interior del agua y, agarrándola con energía, levanté los brazos y golpeé con toda la fuerza que pude.
Escaparé
El primer golpe apenas fue sentido por el hombre de las botas, pero sirvió para que soltase mi coleta. El segundo, tras colocar de nuevo la cadena a mi lado, golpeó directamente su cabeza dejándolo tirado en el pavimento. Solté mi improvisada arma y me levanté. Miré la silueta del hombre allí tirado. Me ardía el cuerpo, pero no era importante. Un líquido oscuro se dejaba intuir a la luz de la Luna sobre su cabeza. No sabía si estaba vivo o muerto.
A nuestra llegada al muelle, habíamos visto dos Zodiac amarradas cerca de donde estábamos. Me dirigí a ellas rápidamente. "El dolor no es importante", me dije mientras corría. Desaté como pude uno de los cabos que mantenía sujeta la primera embarcación. Esperaba que hubiera combustible y acertar a arrancarla, apenas lo había hecho un par de veces, hacía bastantes años. Me tiré en su interior, ya ni me daba miedo caer al agua negra. Me acerqué al motor fueraborda que llevaba instalado y tiré con fuerza de la cuerda que estaba enrollada en el volante de inercia después de haber tirado del starter. El motor arrancó, devolví el starter a su sitio y aceleré hacia el tramo final del muelle, en donde, por increíble que me pareciese, había estado practicando sexo minutos antes.
El golpeteo necesario
Me acerqué despacio mientras miraba hacia detrás a fin de reconocer cualquier movimiento de mi adversario. Devolvía la mirada hacia mi destino, buscando a mi acompañante. Según me aproximé, acerté a ver el bulto en el suelo, seguía inmóvil. El corazón me latía a mil por hora y el dolor en la cabeza parecía amenazar con la posibilidad de hacerla explotar. Detuve la embarcación y la até con la cuerda al último poste que había. Salí y me coloqué a su lado. Su cara estaba cubierta de un líquido negruzco que supuse sería sangre, el mismo líquido que pocos minutos antes me había salpicado la cara. Seguía desnudo, boca arriba. El calor de su cuerpo había disminuido dramáticamente. Busqué su carótida e investigué si aún tenía pulso. Supliqué de nuevo que así fuese y un ligero golpeteo se hizo sentir en mis dedos. Estaba vivo.
Tiré de sus piernas a sabiendas de que heriría el resto de su cuerpo al arrastrarle, vaya que sí lo sabía... Me quedaban pocas fuerzas, pero no podía dejarle allí. Cuando empecé a flojear, decidí acercar su cuerpo a la embarcación girándolo sobre sí mismo. Avanzábamos. A pesar de los golpes, no se despertaba. Entonces recordé el sonido de algo metálico sonando contra su cuerpo, la sensación del mío al perder el contacto con el suyo y el sonido de él, al golpear contra el suelo. Eliminé la sensación y me concentré en acercarle más a la Zodiac. Además de mi tarea, no olvidaba mirar hacia atrás, en busca de aquel bastardo que había arruinado aquella maravillosa noche. Y, en uno de aquellos vistazos, me percaté de que no estaba, que aquel bulto que había dejado al lado de la cadena ya no estaba allí. La sangre se me heló.
Náufragos a la deriva
No le veía en el muelle y muchos lugares para esconderse allí no había. Quizá, había decidido irse, maltrecho por el golpe... Me apresuré más aún, saqué toda la fuerza de la que fui capaz y logré meterle en la embarcación. Desaté, salté dentro y volví a arrancar. Miré de nuevo atrás y la oscuridad me anuló para siempre. Un golpe certero me cerró los ojos a la vez que la poca fuerza vital que me quedaba aceleraba la embarcación, alejándonos de aquella sombra funesta que había vuelto a aparecer de la nada.
Dos náufragos, desnudos, en las oscuras aguas acariciadas por la Luna, vagando sin rumbo, cuerpo con cuerpo, mientras el último aliento decidía seguir tarareando aquella canción.
"Time moves faster than it did before
One beat closer to the final chord
Dim the lights and we’ll lay quiet and still
If we hide, time may not find us here"
Letra de la canción Timescape perteneciente a De La Sierra (@delasierraband) ¡Gracias!