La Partida
4 de agosto de 2020Naúfragos en el Pantano
7 de agosto de 2020María
María trabajaba en el departamento de formación de una importante multinacional y justo hacía tres meses la habían trasladado a las oficinas de Arturo Soria para coordinar junto a Hugo un proyecto para la optimización de las destrezas personales de sus formadores. Era un trabajo arduo pero apasionante. María estaba súper ilusionada con este nuevo reto aunque le asustaba un poco trabajar con Hugo.
Hugo
Él era un tipo peculiar, de esos que llenan todo el espacio y el tiempo con su presencia, y eso que no era especialmente grande en tamaño pero sí en personalidad. Una personalidad arrolladora, una sonrisa contagiosa y muy sarcástico, un tipo listo y con mucho morro…un tipo que a María no le caía nada bien. No podía soportar ese tipo de personas dispuestas a llamar la atención allá donde fueren, pero es lo que le había tocado así que "ánimo y al toro", pensó.
Llegó a la oficina muy nerviosa aunque estaba acostumbrada a parecer tranquila, así que sólo tuvo que fingir la imperturbabilidad que ya tenía tan ensayada. Le presentaron a su nuevo compañero, que como era de esperar no la conocía, y no porque no hubiesen coincidido antes en diversos congresos sino porque ella le había resultado invisible hasta ese momento. Hugo se mostró amable, solícito incluso, y comenzó a enseñarle los procedimientos del departamento; le presentó al equipo de formación, le enseñó los protocolos, echaron un vistazo al dosier del nuevo proyecto, es decir, fue muy eficiente en todo (y acogedor …e interesante…)
Terminó el día y María salió de la oficina menos nerviosa de lo que había entrado, quizás, y solo quizás, Hugo no fuese tan gilipollas como parecía, la verdad es que el tío se lo había puesto fácil…muy fácil de hecho.
Amante de esa droga
María y Hugo trabajaron durante varias semanas en el nuevo proyecto. Trabajaron muchas más horas de lo que estaba previsto. Codo con codo, mente con mente. Entre los dos comenzó a surgir una complicidad inesperada para ella. María comenzó a sentir cosas hacia Hugo. Cada día se levantaba deseando ir al trabajo y no solo porque estuviese muy motivada con el proyecto (que lo estaba) sino porque él era para ella como su cocaína personal, llenaba su día de una adrenalina impresionante, estar a su lado era como una continua aventura de emociones.
María comenzó a percibir en él cosas que no había percibido en nadie antes. Se volvía loca sólo con oler a Hugo en la cercanía de la mesa de trabajo, sus ideas ingeniosas acompañadas de su voz hacían derretirse a María por dentro ( se derretía y sus braguitas lo sabían también). Con el paso de los meses la actitud de Hugo era cada vez más cercana, sus ojos le decían a María que no sólo ella ardía de deseo. Le había pillado en varias ocasiones miradas furtivas a su escote, a su boca, a su cuerpo recorriéndolo de arriba abajo…cuando esto ocurría un calambre subía desde su entrepierna a su cerebro y sólo pensaba en tocarlo, besarlo, sentirlo en ella.
La copa
Pero no podía ser, tenía que desechar esas ideas de su cabeza "María estás tontísima" se repetía a ella misma, "¿no te das cuenta de que es un hombre casado?","esas cosas no se hacen María","María, María no estás enamorada de él ¡Coño!…¿En qué piensas?". Y entre todos estos pensamientos sólo había una cosa en su mente, Hugo.
Una noche tras un arduo día de trabajo, de resolver problemas, de reuniones salieron tarde del turno. "Hugo, ¿Si tomamos una copa?" Le dijo. Él pensativo respondió "está bien…nos lo hemos ganado". Y juntos salieron del edificio camino del bar donde solían juntarse con su equipo "Bar Pirri" ( un bar cutre de barrio donde te ponían la cerveza bien fresca y donde había movimientos tan raros y pensados como la copa de Hugo y María). Hoy iban solos. Se ajustaron sendos abrigos, hacia frío, humedad y una niebla digna de Londres.
Entraron donde "El Pirri" y se sentaron en una mesa al fondo, prácticamente estaban solos. Él apoyo su cabeza entre ambas manos quejándose de dolor de cabeza, María en un gesto de cercanía hizo lo que hace tanto tiempo deseaba y tocó su pelo. (WoW! ¡Qué suave era!) (Un rayo surcó el cuerpo de María y mojo sus bragas) "No entiendo como este tipo me excita tanto" pensó. Hugo se dejó acariciar y miró el rostro de ella persistentemente. Terminaron su copa y salieron de allí en un silencio tenso, poco habitual entre ellos.
La Caja sexual de Pandora
En la oscuridad de la noche, en la intimidad de la espesa niebla Hugo agarró a María por la cintura desde atrás pegándose a ella. Le susurró "quiero besarte". María se dio la vuelta y se fundieron en un beso largo. La lengua de Hugo se abrió paso entre los labios entreabiertos de María, acariciándolos. Se saborearon. Sintiéndose vivos como hace tiempo no se sentían. Deseándose pero sin atreverse a ir más allá de ese beso, de esa intimidad robada a la noche, ocultos entre la niebla.
Al día siguiente volvieron a verse en la oficina, como era de esperar todo había cambiado entre ellos. Ese beso abrió la caja de Pandora, el deseo se había desatado.
La semana fue rápida, demasiado, teniendo en cuenta que el fin de semana perderían el contacto absolutamente. María pasaría durante esos días a ser "el secreto de Hugo".
Se buscaban en todo momento infringiendo las normas de la empresa, aprovechaban cada rincón para fundirse en un mar de caricias (cada vez más indiscretas), en un enjambre de besos velados de lujuria.
Y así fue avanzando el tiempo y las ganas.
Los martes... de mierda te hartes
María me contó todo, ese día era Martes. Ya sabéis, " los martes de mierda te hartes", fue un día durísimo de broncas, plazos sin cumplir y mierdas varias. Al final del turno María no podía más y se fue al archivo a consultar unos documentos que necesitaba, era la primera vez que iba, así que Hugo la acompañó.
El archivo estaba en una sala del sótano en la planta menos dos, alejado del bullicio de la oficina. Era un lugar oscuro y estrecho, con poca luz y una mesa donde apoyar los pesados archivadores cubiertos de polvo.
María encendió la luz y se puso manos a la obra, no quería que volviesen a echarles la bronca, debía de encontrar el plan anterior con el fin de utilizar algunos elementos.
Hugo cerró la puerta tras de sí, se limitó a apoyarse en la mesa (de una manera bastante chulesca, tal cual era él) y observar en silencio a María, mientras su cara dibujaba una sonrisa maliciosa de medio lado.
María sentía la mirada de Hugo fijada en su trasero, cansada de la presión visual se dio la vuelta. Allí estaba él que se echo a reír mirándola con sorna. Ella se abalanzó hacia él intentando golpearle. Hugo la rodeó en sus brazos limitando su movimiento. Se miraron y llegó el beso.
Lo prohibido
Comenzaron a reconocer sus cuerpos con las manos ansiosas. El agachó su cabeza y besó su escote. Sus pezones no tardaron en reaccionar y un gemido salió de su boca. María apretó su cuerpo contra el de Hugo notando su sexo, duro, contra su cuerpo. María, en un impulso, buscó el borde de los pantalones de él, desabrochó el cinturón e introdujo su mano, encontró su polla dura y caliente. El deseo se apoderó de ella. Sólo pensaba en sentir el calor de la polla de Hugo en su boca. Se apartó de él unos centímetros, los suficientes como para mirarle a los ojos y le sonrió traviesa. Sin dejar de mirarle fue agachándose hasta arrodillarse frente a él. Los ojos de Hugo seguían el recorrido de María fijándose en como la lengua de ella salía de la boca para acariciar lentamente su pene, desde la base hasta el glande.
Una vez allí, María comenzó a juguetear con su lengua dibujando círculos alrededor de la cabeza del miembro que sujetaba con sus manos. Abrió la boca un poco más y mirando a Hugo trago su polla casi hasta la base. Dos pequeñas lágrimas rodaron por sus mejillas, un gemido ahogado salió de la boca de él. María sabía exactamente lo que tenía que hacer, y…lo hizo. Comenzó a mover rítmicamente su boca y su mano derecha. Alternando la intensidad, y la velocidad. Sintiendo como palpitaba su polla ante el aumento de excitación. Hugo la dejo hacer. María hizo. Por fin el tapo su boca para amortiguar un gemido sordo. Antes del gemido final avisó a María de que se iba a correr y ella no paró. Buscaba llevarle al éxtasis y del éxtasis salieron de la boca de Hugo dos palabras…
"Hostia puta".
Recompusieron su ropa, su pelo y salieron de allí con otro secreto más que guardar.
El Secreto
Sólo hoy, después de años siendo compañeras y amigas María admitió su aventura sexual con Hugo y me contó esta historia, despacio aclaró los entresijos de su amor prohibido, relató lo sucedido en ese archivo, me contó lo sentido en esos meses, confesó lo que pudo haber sido y nunca llegó a ser.