Te cambio por ella
21 de julio de 2020El Secreto
7 de agosto de 2020Se llamaba Diego. Toda su vida había sido el típico chico tímido, apocado… la verdad es que no se podría considerar feo, de hecho era guapo pero ocultaba su cara detrás de un lacio flequillo. Era, además, un tipo alto de cuerpo atlético disimulado por camisetas negras de grupos de rock. Ahora su look había cambiado notablemente (trabajaba en una oficina como ingeniero informático, pero al salir de esta se mantenía fiel a su estética de siempre). Diego leía desde su adolescencia libros fantásticos y quedaba con los colegas de siempre, que mantenía también desde la misma época, para jugar juegos de rol.
Era listo , muy listo incluso. Estudió ingeniería informática y prácticamente era un genio en su campo, “ los números son más sencillos que las personas”, solía pensar. Igual de sencillas le resultaban las estrategias de sus juegos de mesa. A lo largo de los años se había acrecentado esa característica asocial, especialmente con las mujeres ante las cuales sentía un miedo atávico.
Evasión
Diego adoraba jugar con los colegas de siempre pero, sobre todo le atraía la acción sobre la mesa del juego de rol de Wargame. Allí podía realmente evadirse durante horas y sentir su superioridad táctica sobre el enemigo, solía sentirse como el rey del mundo, de ese mundo.
Hoy había un torneo en el sótano de la tienda donde solía ir a jugar, “Dragons”, un lugar atestado de juegos, miniaturas, pinceles, un lugar a juego con su personalidad. Un sitio donde sentirse en casa, si no fuese por ... Lola.
Lola era la dependienta de “Dragons” y una rival terrible jugando, impasible, despiadada y muy inteligente (y de una belleza extrema y rara).
Diego no podía evitar ponerse nervioso con la sola presencia de Lola. Aunque, cuando estaba lejos de “Dragons”, a solas en su cama, Diego fantaseaba con ella…
Una Slanesh sexual
Ella convertida en una sierva de Slanesh. En la mente de Diego imaginaba que ella infringía en su cuerpo prácticamente todos los pecados carnales habidos y por haber, bueno… no todos en realidad, pensaba más en la más absoluta lujuria.
Él en la penumbra de su cuarto veía como Lola se transformaba en una diablesa púrpura, la piel de ella brillante por el sudor, excitada en el previo a la batalla. Sus ojos emanaban fuego.
Lola mirándole fijamente con sus ojos negros crepitantes de furia y deseo. Acercándose grácil y peligrosa hacia él.
Diego paralizado por el miedo y el deseo ante el hipnótico movimiento de sus caderas y sus pechos desnudos moviéndose en un serpenteante contoneo hacia él. Acercándose hasta quedar a escasos milímetros de Diego, la boca de Lola respirando, entreabierta , húmeda y caliente frente a él.
Él esperando la muerte entre sus pinzas mortíferas, embriagado y aterrorizado a la vez, percibiendo su olor persistente manifesto entre el dulzor del deseo y el azufre de la muerte.
Pero... Diego se sobrepone al pavor que ella le imprime, consigue pensar como un experimentado soldado de la Guardia Imperial que es. Calcula sus posibilidades. Deja que Lola siga creyendo que va a devorarle, espera el momento preciso en que su aliento esté los suficientemente cercano, calcula mentalmente todas las posibilidades y lanza los dados. Coge a Lola por sus pinzas que enigmáticamente vuelven a convertirse en brazos humanos y con una llave magistral la pone cara a la pared de espaldas a él.
Ganando la partida
Sujeta así, Lola puede percibir un fuerte olor a almizcle característico de los servidores de Slanesh. Diego disfruta de ese poder, en su propio juego de rol, que lo excita llenando su miembro, mostrándolo insurgente y duro clavado involuntariamente en la retaguardia de ella, haciéndole patente su deseo. Mientras, así sujeta, Lola deja escapar un gemido y Diego no puede evitar la tentación de oler su pelo, su piel, de pasar la lengua por su cuello.
No puede ser… pero es... y Lola va perdiendo su color púrpura, adoptando un aspecto cada vez más humano, cada vez más deseable. El almizcle deja paso a un irresistible olor dulce, como a canela.
Diego besa el cuello de Lola, que cesa en su tensión, la despoja de su armadura y desde esa posición agarra sus pechos turgentes…
Fin de la partida
Un ruido, un ruido persistente “¡Mierda! suena el teléfono”. Diego se ve obligado a salir de su ensueño. Se levanta de la cama con una notable erección, casi enfadado por dejar de imaginar en el mejor momento “¡coño! ¡ni en sueños puedo disfrutar de su sabor!, ¡ni en sueños puedo ganar!”.
Responde, aun con un recuerdo vívido en su mente -¿Diga?
Al otro lado de la línea una voz de mujer (Lola) -Diego, te estamos esperando.
-Perdona me quedé dormido- susurra nervioso Diego hablando muy bajito. -En seguida llego.
-¡Date prisa!- casi le ordena Lola. -La partida va a comenzar.