Vecinos
11 de julio de 2020Desnudando a… Héctor Rivas
19 de julio de 2020Cambios de rutina
Tengo por fin tiempo para mí. ¿Y ahora qué? Tendría que hacer mil cosas en la casa: pintar, fregar a fondo, planchar…pero no quiero hacer nada.
La anterior quincena libre la había dedicado a vivir encima de la cresta de la ola, quedando con unos y con otros, haciendo un sinfín de actividades para no caer, para no pensar, para no sentir. Sexo apasionado, salvaje, loco que había formado parte de ese tiempo.
En esta nueva quincena de libertad todo había cambiado, "todo". ¿Cómo pueden cambiar tanto las rutinas?
Me tumbe en la cama y me puse a recordar ese día en que todo volvió a cambiar.
La espera
Hacía un tiempo que no nos veíamos, no nos hablábamos, no nos tocábamos, ni olíamos. Parecía que la vida había tomado de nuevo su rumbo, cada uno por su lado. Pero hoy habíamos quedado para resolver unos asuntos.
Suena el timbre, me pongo extrañamente nerviosa, un cosquilleo en la parte baja de la tripa. (Qué tonta si esto está más que superado). Me miro al espejo antes de abrir, suelto mi pelo largo, moreno y rizado. Estiro mi vestido, que puse sin sujetador, y añado un poco de perfume detrás de mis orejas. (¿No será que aún te importa?).
Vuelve a sonar el timbre impaciente. Me dirijo a la puerta y abro. (Bofetada de realidad)
Adelante, pasa
-Hola!- ( Está aquí de pie, tan alto, tan guapo, su sonrisa brillaba como siempre. Mi mundo se sigue derritiendo cuando el sonríe)
- Pasa, pasa.
Nos dimos dos besos (¡mierda! Qué bien huele, huele a él, y el cosquilleo volvió, esta vez más abajo de la tripa).
Pasamos a la terraza, era de noche y se estaba mejor allí. Puse dos Cocacolas frías. Roce mi pierna con las suyas al pasar, note cómo se erizaba su piel (¡Qué narices está pasando! ¡Esto está superado Olivia! …pero no lo está).
Hablamos del tedioso tema del teléfono y el contrato, y poco a poco la conversación fue derivando a recuerdos comunes, nos sorprendimos relajados, agusto, compartiendo el mismo tiempo y el mismo espacio.
Saqué un par de cervezas.
Deseos
Una brisa se movía y mis pezones se pusieron erectos, duros. Le pillé mirando mis tetas y se sonrojó de que le pillase. (No pude evitar imaginarlo arrancándome el vestido y lamiendo mis tetas, succionando mis pezones, agarrándome con sus manos de hombre…¡Nena céntrate!)
-¿Tienes frío?- me dijo.
-Un poco- contesté.
-¿Puedo abrazarte?- me dijo muy bajito
-Claro, lo has hecho mil veces antes (Noooo, noooo, si me tocas caeré rendida a tus pies)
Y me abrazó. Y me deje caer, cayeron todos mis muros, y dejé de ser fuerte. Su olor me golpeó, y su calor me abrumó, y sus manos en mi espalda me hicieron arder de secreto deseo).
Miradas que se encuentran
Miré hacia su cara, estaba mirándome, confundido, esas cosas se le notan. Puso su mano en mi mejilla. Seguí mirándole, el fuego en su mirada seguía creciendo, también creció una erección dentro de su pantalón, dura y excitante.
Acercamos nuestras bocas, entreabiertas, dejando pasar nuestras lenguas, que se encontraron ávidas, que se fundieron en un baile sensual.
Nuestras manos despertaron reconociendo el cuerpo del otro, tramo a tramo, sintiendo al otro arder.
Me empujó hasta la pared sin dejar de besarme, agarró mis pechos con ambas manos. Se me escapó un gemido, mis braguitas estaban mojadas por completo.
Me dio la vuelta y apartó mi pelo sujetándolo con una mano (los vecinos debían estar flipando, menos mal que una colcha nos tapaba parcialmente). Comenzó a besar mi cuello, sin soltar mi pelo. Busqué su pene duro por encima del pantalón, y allí estaba duro y grande, para mi.
Sexo apasionado
Con su otra mano agarró mi culo, bordeando todo su contorno. Apartó mi tanga a un lado y metió uno de sus dedos en mí, sin dejarme apartarme de la pared. Me soltó el pelo y desabrochó su pantalón dejando salir su polla. Se acercó aún más a mí, note su calor. Me penetró y comenzó a moverse, allí de pie, yo tenía que ahogar mis gemidos. Como pude le arrastre hasta el dormitorio. Nos desnudamos del todo.
Estaba deseando lamer esa polla, así que me puse de rodillas, le miré a los ojos y chupe primero suave, luego hasta el fondo de mi garganta, acompañando mis caricias con mis manos casi hasta llevarlo al límite. Lo empujé hacia la cama para subirme encima, cabalgando sobre el mirándole a la cara, sudando y gimiendo. Esto no era sexo, era mucho más. Era esa clase de deseo que solamente provoca el amor verdadero.
Me dio la vuelta y siguió penetrándome, de su boca escapó un te quiero mi vida, mi boca se lo devolvió.
Hacía tanto que no tenía un sexo tan, tan, apasionado... Entonces, por fin, llegó el orgasmo y el amor de la mano.
¿Llego el amor de verdad? ¿Fue sólo un reflejo? ¿Quiero esto? ¿Es lo qué necesito?… Y en medio de estas preguntas me quedé dormida.